Está ahí de nuevo. Hace un tiempo que anunciaba su visita con notas en blanco franqueadas con sellos de silencio. No importa que haya optado por la estrategia de los monos, que no quisiera ver, que no quisiera oír, que no pudiera hablar. Está ahí de nuevo. Ha traído un billete de ida y un billete sin vuelta que amenazan con ahogarme. Es dueña de mi insomnio y durante ese duermevela en que se han convertido mis noches me obliga a fijar el pensamiento en esa nada que ahora me rodea. A veces me muestra una caja, yo quisiera que fuera la caja de Pandora y que en su interior aún quedara la esperanza, pero ya no guarda palabras. Está forrada con el eco de pequeños reproches, forrada de miradas que se desvían para no encontrar la tuya, forrada con el eco de esos pequeños pasos que se alejan de ti de modo irremediable.
Quisiera gritar un vuelve, un te quiero, cualquier cosa, pero las palabras se mueren en mis labios para resucitar en el destello de una lágrima. Porque ya sé que mi grito es una carta que nadie quiere, que no tiene ya destinatario. O que el destinatario soy yo y en ella me dice ya nada me importa de aquello que piensas, de aquello que sientes.
Ahora camino sin rumbo por calles que acaban en más calles, por recuerdos que acaban en nostalgia, por la melancolía de lo que nunca pasará.
Saudade.
1 septiembre 2015 por Gonzalo Busqué
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